lunes, 14 de febrero de 2011

Manuela Rejas. Por Mercedes González Rojo

Manuela Rejas cuando ejercía de ilusionista


Manuela Rejas: una ilusionista de la vida

Este es el título bajo el que quiero presentaros el perfil de Manuela de Rejas, una mujer que llegó a mi vida hace apenas unos años pero que supuso todo un descubrimiento que me removió muchas cosas y a la que perdimos un mes de marzo, va a hacer ahora un año. ¿Qué por qué “ilusionista de la vida”? Primero de todo porque fue la primera mujer que consiguió en España el carnet de ilusionista profesional, cuando aún era menor de edad, algo impensable en un mundo de hombres donde la mujer solo podía acceder al puesto de ayudante. Pero Manuela, soñaba con hacer magia desde niña, tal como cuenta en algunos de sus escritos biográficos, desde que un mago ambulante le confió su maleta antes de ser detenido y ¡claro! nunca volvió. Y si era ella la que hacía los trucos, lógico era que fuese ella la maga y no la ayudante. A partir de ahí una vida de circo la llevó a viajar por toda España y por otras partes del mundo, con un marido que la siguió a ella y con una familia que fue creciendo. Hasta que llegaron los accidentes y la enfermedad y tuvo que abandonar el circo y aprender a sobrevivir con mil y una profesiones con las que fue saliendo adelante poco a poco.

Y aquí viene la segunda razón, o quizá la más principal, de llamarla ilusionista de la vida. Aquejada de una grave enfermedad, luchaba día a día con la Parca en una dura partida que siempre conseguía, al menos, dejar en tablas, negándose a irse, aún cuando era consciente de que podría perder el siguiente juego en cualquier momento, como si de un constante truco de “escapismo” se tratara.

Llegó un buen día a Veguellina de Órbigo por casualidad, en busca de salud para su hija. Allí se enamoró de su río y decidió quedarse. En sus maletas encerraba todo un bagaje de vida y experiencias que había ido acumulando… Unas mejores, otras peores… Pero ante todo experiencias de vida, experiencias que la ayudaron a enfrentarse día a día a las dificultades, a no conformarse con las zancadillas que una sociedad injusta sembraba en la vida de cualquier mujer que no se sintiera satisfecha con lo que el entorno, profundamente machista y proteccionista de la época en la que le tocó vivir, tenía destinado para ella. Y allí la conocí yo. Con toda la fuerza de la vida en sus ojos vivos, en su sonrisa, en los juegos de magia que cada tarde seguía practicando para las personas que vivían en la Residencia de Mayores. Pero también de sus palabras, a veces duras, a veces tiernas, a veces premonitorias, que la hicieron rodearse de un cierto halo de “maga”.

Y me permitió presentarla a otras mujeres, algunas coetáneas suyas, otras más jóvenes, como pionera en un difícil mundo y en una época en que las féminas tenían aún mayores dificultades añadidas que las que hoy nos encontramos, pero también como ejemplo de las que nunca se rindieron y que, gracias a su tesón, vivieron su vida sacando adelante la propia y la de su familia. En ocasiones viviéndola como le apetecía, en otras – seguramente las más – sobreviviendo a las dificultades que el destino iba sembrando a su paso, revelándose ante las injusticias y levantándose una y otra vez, empecinadamente, ante quienes pretendían doblegarla y humillarla. También en calidad de escritora amateur que, ya casi al final de su vida, consiguió ver otro de sus sueños realizados, ver su nombre en el escaparate de una librería.

Dicen que toda persona habrá conseguido realizarse plenamente cuando haya conseguido tres cosas en la vida: Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Manuela, a pesar de los escollos de la vida, consiguió cumplir con creces con estas tres premisas y, en su último libro “15 historias en carne viva”, nos fue desnudando parte de su alma, entretejiendo experiencias propias con el afán de su fantasía, en un proceso que, como ella siempre dijo, la fue salvando de los momentos más duros de su vida, iluminándola con un rayo de esperanza.

Manuela leyendo un relato ganador en un Concurso en el que fue premiada en los últimos años de su vida

Podría escribir páginas y páginas sobre ella. ¡Hay tanto que contar! Pero sería un abuso por mi parte. Aunque si hay alguien que quiera conocerla un poco más, puede acudir a mi blog, donde tiene una sección dedicada, que pretende ser un homenaje de algunas de sus amigas, de todas esas en quienes dejó – para siempre – una huella indeleble.

Manuela Rejas García, nació en 1924 en Moralzarzal, un pequeño pueblecito de la provincia de Madrid. A partir de ese momento, queriéndolo o no, se convirtió en una ciudadana del mundo, como muchas veces se autodefinió a sí misma, que concluyó su viaje por la vida un 6 de marzo de 2010, como si hubiese calculado la fecha para que sus cenizas emprendieran el camino definitivo hacia el mar, su último destino, a través de las amadas aguas de su río Órbigo, un 8 de marzo, justo el Día de la Mujer (trabajadora), lo que ella siempre fue por encima de las zancadillas que los “hombres” y la vida le pusieron en su camino, mientras alguien muy próximo desgranaba para ella las palabras de un epitafio que personalmente había escrito hacía ya mucho tiempo y que guardaba con celo entre sus posesiones más preciadas.

Ésta es, en apenas unas líneas, la semblanza de una mujer que fue para mí muy importante y que he querido compartir con todas vosotras. Un ejemplo más de una vida sencilla pero llena de tesón, de ganas de superación, de energía y de capacidad de lucha, que no se dejó vencer por las dificultades de la vida, a pesar de que en muchos momentos la carga fue excesivamente pesada.

Mercedes Glez. Rojo. León es Agente de Igualdad del Ayuntamiento de Astorga y colabora con numerosas asociaciones de mujeres.

3 comentarios:

  1. Tanto Manuela Rejas como Mercedes González Rojo son mujeres imprescindibles en mi vida. La que ya no está, tan solo me dejó una sensación, una EMOCIÓN,fortísima y poderosa, algo inexplicable, que para mí, fue el mejor regalo. La segunda que aún la tengo, me enseña cada día, me ayuda y me provoca para seguir caminando como una batería cargada de energía y por estar aquí conmigo ahora, sin razón y sin saber por qué. Gracias a alas dos. Charo Acera.

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  2. ¡Qué hermoso homenaje! Este blog y la semblanza que haces de Manuela Rejas. Ilustrativa la foto de esta mujer ilusionista de la que me quedo con ganas de disfrutar de algún truco de magia. No se conocen a muchas ilusionistas, cierto. Un abrazo y felicidades. Ana Gaitero

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  3. ¡Qué hermosa iniciativa! Me ha gustado descubrir a esta mujer ilusionista (creo que no conozco a ninguna) que ha vivido tan cerca de mí sin yo saberlo. Gracias, Mercedes por rescatarla y enhorabuena por sacarla a la luz. Un abrazo Ana

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