martes, 1 de marzo de 2011

Las mujeres de mi familia. Por Susana Moreno

Susana Moreno
Admiro a todas las mujeres que han pasado a la historia, por haber conseguido logros positivos que han hecho avanzar a la sociedad y que merecen ser recordados, ya sea en el campo de la ciencia, literatura, arte, política o cualquier otra disciplina. Pero no las admiro especialmente por sus logros concretos, sino porque al valor de tener la capacidad personal necesaria para destacar, se añade el valor de superar las barreras que la sociedad imponía (y aún impone) a las mujeres. Barreras tan condicionantes para un desarrollo personal como la falta de acceso a la educación o al trabajo, en una sociedad tan acostumbrada a que las mujeres no tuvieran nada interesante que contar, que me sorprende que algunas hayan conseguido notoriedad suficiente para pasar a la historia.

Analizando el motivo por el que ninguna de estas mujeres en especial me servía de referencia completa, he encontrado la respuesta en mi familia.

Por circunstancias de la vida, la muerte prematura de mis dos abuelos hizo que las mujeres de mi familia tuvieran que tomar las riendas. Mi abuela materna, era una mujer con mucha energía, valiente, capaz, y dura como una roca. Empezó haciendo punto en su casa y acabó montando una fábrica de ropa con un centenar de empleados. En mi familia paterna fue también una mujer, la que tomo las riendas de la gestión del patrimonio familiar, defendiéndolo de los bien intencionados hombres que con la excusa de apiadarse de una pobre viuda ignorante de los negocios, pretendían obtener ese patrimonio a precio de ganga.

En mi casa las mujeres mandaban, tanto o más que los hombres.

En mi familia las mujeres y los hombres se juntaban y hablaban de lo divino y de lo humano, y también de la gestión de la empresa y del trabajo. No recuerdo conversaciones excluyentes, de hombre o de mujeres. La opinión tanto de unos como de otros tenía el mismo valor, y desde bien pequeña se me dio la posibilidad de participar de esas conversaciones y se me transmitió la idea de que podría ser lo que quisiera.

No me educaron en igualdad al cien por cien, -fregar los fogones era cosa de mujeres-, pero con su ejemplo, su trabajo, sus opiniones, me educaron en la convicción de que la mujer participaba, con normalidad, en la gestión de la vida, en todas sus facetas, y no únicamente en la doméstica. Ni que decir tiene que me choqué de bruces con una realidad bien distinta cuando comencé a trabajar, en un sector, como es el de la construcción, tradicionalmente masculino.

Nos queda mucho por hacer.

Las mujeres y los hombres educamos a nuestros hijos, transmitiéndoles ideas o principios con nuestro ejemplo, con nuestra forma de vivir el día a día. Nuestros hijos se acabaran pareciendo a nosotros y esa es una enorme responsabilidad, pero también es la posibilidad más sencilla de mejorar nuestra sociedad futura, ayudándoles a alcanzar la igualdad plena que nosotras no veremos.

¿Cuáles son para mí las mujeres imprescindibles?

TODAS, porque nosotras trasmitimos un legado a las futuras generaciones, y ese legado debe construirse en la igualdad y el respeto entre todas las personas, sean hombres o sean mujeres.

Susana Moreno Falero es Arquitecta Jefe del Área de Construcciones de Educación y concejal del PP en el Ayuntamiento de Segovia.

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