lunes, 28 de febrero de 2011

Luz Casal. Por Begoña Rincón.


Para las Grandes Luchadoras

Begoña Rincón es periodista y actualmente dirige la emisora de radio Onda El Espinar.

lunes, 21 de febrero de 2011

La voz de mi abuela. Por Juan Carlos Gargiulo


Os envío parte de un tesoro familiar: la voz de mi abuela, cantando canciones genovesas.

Ella emigró a Buenos Aires desde Savona, Génova, a finales del siglo XIX. La grabación es de 1967 hecha por mi tío (ya fallecido) y es parte de un encuentro familiar con sus hermanos, que recuerdan el viaje de emigrantes y sus impresiones al llegar a Buenos Aires.

Quería compartir esto porque mucha gente debe tener en su recuerdo las voces queridas de sus abuelos y seguramente, como me sucede a mi, aparecen en los sueños, o aparecen cuando nos oimos cantar a nosotros mismos, cantando a nuestros hijos, las canciones que amamos.


En la foto mi abuela Vicenta y mi abuelo Nicolás en La Falda, Córdoba, Argentina, seguramente una mañana de primavera allá por los años 60.

Juan Carlos Gargiulo es arquitecto.

Las programadoras de ENIAC. Por Pilar Álvarez González


Hace tiempo ví en televisión esta noticia y me llamó mucho la atención, contaba la historia de este grupo de mujeres cuya aportación ha contribuído a que hoy estemos todos y todas "tecleando" en este maravilloso blog.
ENIAC se considera la primera computadora electrónica de propósito general (computadora). La computadora podía calcular trayectorias de proyectiles, lo cual fue el objetivo primario al construirla. En 1,5 segundos era posible calcular la potencia 5000 de un número de hasta 5 cifras.
La ENIAC podía resolver 5.000 sumas y 300 multiplicaciones en 1 segundo.
Pero lo más interesante de todo es que, si bien fueron los ingenieros de ENIAC, Mauchly y Eckert, los que pasaron a la historia, hubo seis mujeres que se ocuparon de programar la ENIAC, cuya historia ha sido silenciada a lo largo de los años y recuperada en las últimas décadas. Clasificadas entonces como "sub-profesionales", posiblemente por una cuestión de género o para reducir los costos laborales, este equipo de programadoras destacaba por ser hábiles matemáticas y lógicas y trabajaron inventando la programación a medida que la realizaban. Betty Snyder Holberton, Jean Jennings Bartik, Kathleen McNulty Mauchly Antonelli, Marlyn Wescoff Meltzer, Ruth Lichterman Teitelbaum y Frances Bilas Spence prácticamente no aparecen en los libros de historia de la computación, mas dedicaron largas jornadas a trabajar con la máquina utilizada principalmente para cálculos de trayectoria balística y ecuaciones diferenciales y contribuyeron al desarrollo de la programación de computadoras. Cuando la ENIAC se convirtió luego en una máquina legendaria, sus ingenieros se hicieron famosos, mientras que nunca se le otorgó crédito alguno a estas seis mujeres que se ocuparon de la programación.
Muchos registros fotográficos de la época muestran la ENIAC con mujeres de pie frente a ella. Hasta la década del 80, se dijo incluso que ellas eran sólo modelos que posaban junto a la máquina ("Refrigerator ladies"). Sin embargo, estas mujeres sentaron las bases para que la programación fuera sencilla y accesible para todos, crearon el primer set de rutinas, las primeras aplicaciones de software y las primeras clases en programación. Su trabajo modificó drásticamente la evolución de la programación entre las décadas del 40 y el 50. (fuente: wikipedia)

Pilar Álvarez trabaja en casa.

Julia. Por Carmen Herrero

Dedico este comentario a mi madre Julia, y por extensión a todas las madres, por ser una mujer, íntegra capaz de llamar a las cosas por su nombre, sin tapujos ni malas artes, por enseñarme tantas cosas acerca de la vida, por transmitirme la fé católica, por creer en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y por tanto en la igualdad de obligaciones en todas las circunstancias de la vida.
Mi madre hoy tendría 90 años pero a mi me educó en la responsabilidad, en el cariño al hacer las cosas de cada día.

Carmen Herrero es de Segovia

viernes, 18 de febrero de 2011

Veselina. Por Juan Carlos Gargiulo Blanco


Como todos los jueves Veselina , puntualmente, vino a limpiar la oficina.
Mientras nosotros trabajábamos en el proyecto de rehabilitar una casa de la Judería de Segovia, ella despacito fue sacando las cosas de la limpieza, el aspirador, los trapos de limpiar, el cubo de la fregona.
Afuera la primavera ya había avanzado lo suficiente, y la pancita de Cris nos hacía soñar con Pablito para comienzos del verano.
Afanosamente, Veselina sacudía alfombras, lavaba cacharros en la cocina, hacía sonar el motor del aspirador. Cada dos por tres su mirada se posaba en un paquetito que había traído y que dejó junto a su cartera y su chaqueta, ahí al lado , en la habitación donde preparamos la cuna del bebé y donde Horacio desde el atalaya de su cama remolonea las mañanas que está con nosotros.
Cuando paramos para el té de las once, charlamos un rato de bueyes perdidos. Veselina se acerca con la emoción en el rostro, tiene ya 50 años , ha sido abuela 2 veces y ha emigrado desde Bulgaria a España hace un tiempo . En sus manos el paquetito que atesora como lo más preciado del mundo. Con su impulso arrebatado desempaqueta una pila de fotos, y allí con el sol de la ventana, nos muestra primero esas fotos de sus nietos, las de sus hijos, las de su marido y al final de todo las más antiguas, las que corresponden a su juventud, las de su casa, sus padres, sus hermanos, sus amigas, las de su tierra dejada. Entre lágrimas y sonrisas va nombrando todo lo que estructura su memoria, en su lengua natal, esa que nos sale cuando nuestra emoción está en un hilo...
Quedamos en que un día me gustaría grabar en mi cámara todo esto que acaba de suceder, pero en realidad sé que este momento no volverá.
Veselina nos regaló ese instante mágico en que las personas, muy de vez en cuando, mostramos de qué estamos hechos.

Juan Carlos Gargiulo es arquitecto.
http://www.cuentosdemacachines.blogspot.com/

jueves, 17 de febrero de 2011

María Gabriela Luna. Por Marta Herrero

María Gabriela Luna.
Gabriela Luna.
Gabriela.
Gabi.
Arquitecta. Madre. Esposa. La mejor amiga. Mi única hermana del alma.
Corrientes. Argentina. Madrid España. Trenque lauquen. Argentina.
Nunca sabes cuándo puedes encontrar a tu hermana del alma. Yo un día la encontré. No la buscaba, la necesitaba más de lo que creía y estaba ahí, a mi lado. Vivía en el piso de arriba. Ahora ya no vive en el piso de arriba, ahora sobre todo vive en mi corazón. Reside de nuevo en Argentina.
Cuanto valor damos a la familia de sangre cuando muchas veces esa familia que forma parte del alma es la que marca una vida. La que deja esa huella tan profunda que te acompaña como una sombra cada día.
Esta foto no tiene valor artístico. Tiene el valor que tiene este arte, tomar una instantánea que defina a esa persona. Un retrato.
Gabi, mi hermana, mi amiga estaba preparando la increíble fiesta de cumpleaños para nuestros hijos con temática de Mickey. Ambas íbamos disfrazadas de Micky. Ella lo organizaba todo con la precisión y la diligencia del mejor profesional. No podía faltar detalle: bolsas de regalos para invitados, decoración y por supuesto súper tarta con forma de Mickey. Invitados y amor. Kilos de amor. Lleva puesto un corazón que yo le hice para el día de San Valentín, cada día debía haber algo nuevo que hacer, necesitábamos salvar nuestras vidas de ese anonimato que te da la vuelta a ejercer de madre, ama de casa, esposa…roles silenciosos que aportan todo el valor añadido de eso que es tan importante en nuestra sociedad llamado familia y que tan desvalorizado, ninguneado y mal visto esta. Cuanta tinta vertida en hablar de la generación ni ni, porque no empleamos ese esfuerzo en hablar de los padres de esa generación?
Cada día recibía una llamada a primera hora, _Nos tomamos un tecito?
Ese era el inicio. Ese fue el inicio durante ese año en que vivimos juntas todas las emociones que conlleva ejercer de madre a tiempo completo. Risas, Llantos, angustias, bloqueos,
Inseguridades. Ahí planeábamos actividades que hacer con nuestros hijos y que nos enriquecieran y divirtieran a todos.
Para mi era la primera vez como madre, mi desconcierto era absoluto. Nuestros hijos, Nico y Gael, por supuesto hermanos del alma para siempre también, habían nacido con una semana de diferencia.
Nadie sabe lo difícil que es ser madre sin tener un referente claro de cómo se hace. Todos te dicen que es fácil, por lo menos a mi me cuidaban mucho durante mi embarazo, momento en que yo estaba feliz, una vez que nació mi hijo sentí eso de “apáñatelas como puedas!
No sabía como debía hacer mi papel, ejercer la profesión más difícil de la vida: ser madre. Una criaturita que no te ha pedido venir al mundo depende de ti y en función de lo que le ofrezcas y le des será mejor persona, crecerá más libre y será capaz de elegir y poder dejar el hogar con las herramientas necesarias para defenderse.
Gabriela me enseño todo esto. De qué manera me lo enseño! AMOR. Esa era la clave. AMOR Y COMPRENSION. PACIENCIA. Su frase, Ya esta, que se yo!. Fin de la preocupación.
Coincidimos en que ambas sentíamos el  desarraigo familiar, yo menos, ella me enseño a aceptar a mi familia de sangre, a perdonar, a entender…además de mostrarme claves para que nuestros hijos crecieran felices. Cuantas veces me dijo algo genial:
-Llegamos tarde al reparto de madres. Ya esta!
Claro, por eso debíamos buscar ese referente que normalmente se tiene en una madre.
Nuestras madres no eran malas ni buenas .No eran o no querían ser madres o ejercer de tales.
Por supuesto no podíamos obligarles.
Sin trabajo. Inmersas en la rutina del día a día. Pañales, llantos, falta de sueño, cólicos, bronquitis, comidas, lavadoras…conseguimos construir un mundo paralelo que nos hiciera
ver cada mañana el sol por mucho que afuera lloviera.
Nadie podría creer que nuestro mejor día era el que nos podíamos escapar sin hijos a hacer la compra! Disfrutábamos comprando los pañales, el gel, la papilla…
Ambas teníamos y seguimos teniendo una profesión. El mercado nos echo cuando quisimos dedicar más tiempo a nuestros hijos. ¿Conciliación?, si total, en casa. Con la ilusión que fuimos universitarias, cuantas veces habíamos pensado en cambiar el mundo! Sentíamos a menudo que el mundo nos había obligado a cambiar y aceptar algo no previsto cuando éramos más jóvenes.
Nuestra sociedad es así:No queremos ser madres como las nuestras, queremos ser madres, trabajar y dejar que nuestras madres cuiden de nuestros hijos. Fácil ecuación.
A cuantas abuelas he oído en el parque quejarse de volver a empezar con sus nietos como cuando tuvieron sus hijos, las hijas no entendemos que ellas ya cumplieron, mejor o peor pero ya pasaron por eso. (Aprovecho para recordar a todas estas abuelas que trabajan a tiempo completo por que sus hijas cumplan el sueño que ellas no pudieron y que ahora de mayores tampoco porque carecen de tiempo).
Nosotras decidimos hacerlo solas. Pero anhelábamos trabajar. Mucho. Cuantas cosas planeamos! Finalmente ella acabo dejando un país que le prometió mucho mas de lo que le dio, el dorado que se busca cuando se emigra no fue tan maravilloso.
Yo no había emigrado como tal, pero también acabe marchándome, dejando Madrid.
El día que se fue llore tanto  y sentí un dolor inmenso. Ahora la siento cerca cada día.
Esta presente en mi vida. Es la mujer mas importante del  mundo para mi. La mejor mujer del mundo! Ni en sueños hubiera pensado encontrar una hermana asi.
Seguimos inmersas en una realidad que ya no es tan ajena pero que aun nos duele, cuando nos hablaron de mujeres independientes ¿a que se referían?, a la mujer que trabaja ocho diez horas fuera de casa, deja a su hijo donde y como puede además de preocuparse por la intendencia del hogar?, debemos cambiar esta situación. Ser madre es el mayor regalo de la vida. No debiera exigir renuncias a este nivel.
Nos conocimos por casualidad. En el patio de la comunidad. Maravillosa casualidad.
Gracias Gabriela.
Te quiero.
Con este homenaje a esta gran mujer he querido, no se si lo he logrado, ser voz de otras muchas mujeres que nos encontramos en ese año en que compartimos una vida. Salarios ínfimos que no te permiten ser independiente. Ese es el mapa femenino mayoritario de este país. Abuelas  trabajando sin descanso en su casa y en la de sus hijos.

Marta Herrero es productora de publicidad y además es socia del Lyceum Club María Zambrano

Ángela. Por Stanca Tont


Este homenaje es para mi madre Ángela, tiene dos nombres muy bonitos Ángela que lleva el pensamiento a la imagen de un ángel y madre que es la palabra más bella pronunciada por el ser humano como decía Kahil Gibran.
Hasta que tenía unos quince años no apreciaba a mi madre, pero un día paso una cosa: la separación de mis padres; entonces ella estaba ahí haciendo de madre y de padre, luchando para sacar adelante a sus dos hijas, en ese momento empecé a darme cuenta de todo lo que representaba  ella, mi amor crecía con cada día que pasaba.
Cuando tuve a mi hija entendí más todavía lo que ella sentía por nosotras, ser capaz de dar todo sin recibir nada, tener confianza en sus hijos cuando todos los demás lo han perdido…y puedo seguir.
Una vez he oído una frase que decía: "Dios no podía estar en todas partes a la vez y por eso creo a las madres", yo creo que es cierto…
Mamá, gracias por ser mi madre, por tu compresión y por sacarnos adelante sin dudarlo. Espero poder ser tan buena madre como lo eres tú.
Besos mamá.
Stanca Tont es subgerente en el Centro de Negocios ASR y además socia del Lyceum Club María Zambrano.

lunes, 14 de febrero de 2011

Manuela Rejas. Por Mercedes González Rojo

Manuela Rejas cuando ejercía de ilusionista


Manuela Rejas: una ilusionista de la vida

Este es el título bajo el que quiero presentaros el perfil de Manuela de Rejas, una mujer que llegó a mi vida hace apenas unos años pero que supuso todo un descubrimiento que me removió muchas cosas y a la que perdimos un mes de marzo, va a hacer ahora un año. ¿Qué por qué “ilusionista de la vida”? Primero de todo porque fue la primera mujer que consiguió en España el carnet de ilusionista profesional, cuando aún era menor de edad, algo impensable en un mundo de hombres donde la mujer solo podía acceder al puesto de ayudante. Pero Manuela, soñaba con hacer magia desde niña, tal como cuenta en algunos de sus escritos biográficos, desde que un mago ambulante le confió su maleta antes de ser detenido y ¡claro! nunca volvió. Y si era ella la que hacía los trucos, lógico era que fuese ella la maga y no la ayudante. A partir de ahí una vida de circo la llevó a viajar por toda España y por otras partes del mundo, con un marido que la siguió a ella y con una familia que fue creciendo. Hasta que llegaron los accidentes y la enfermedad y tuvo que abandonar el circo y aprender a sobrevivir con mil y una profesiones con las que fue saliendo adelante poco a poco.

Y aquí viene la segunda razón, o quizá la más principal, de llamarla ilusionista de la vida. Aquejada de una grave enfermedad, luchaba día a día con la Parca en una dura partida que siempre conseguía, al menos, dejar en tablas, negándose a irse, aún cuando era consciente de que podría perder el siguiente juego en cualquier momento, como si de un constante truco de “escapismo” se tratara.

Llegó un buen día a Veguellina de Órbigo por casualidad, en busca de salud para su hija. Allí se enamoró de su río y decidió quedarse. En sus maletas encerraba todo un bagaje de vida y experiencias que había ido acumulando… Unas mejores, otras peores… Pero ante todo experiencias de vida, experiencias que la ayudaron a enfrentarse día a día a las dificultades, a no conformarse con las zancadillas que una sociedad injusta sembraba en la vida de cualquier mujer que no se sintiera satisfecha con lo que el entorno, profundamente machista y proteccionista de la época en la que le tocó vivir, tenía destinado para ella. Y allí la conocí yo. Con toda la fuerza de la vida en sus ojos vivos, en su sonrisa, en los juegos de magia que cada tarde seguía practicando para las personas que vivían en la Residencia de Mayores. Pero también de sus palabras, a veces duras, a veces tiernas, a veces premonitorias, que la hicieron rodearse de un cierto halo de “maga”.

Y me permitió presentarla a otras mujeres, algunas coetáneas suyas, otras más jóvenes, como pionera en un difícil mundo y en una época en que las féminas tenían aún mayores dificultades añadidas que las que hoy nos encontramos, pero también como ejemplo de las que nunca se rindieron y que, gracias a su tesón, vivieron su vida sacando adelante la propia y la de su familia. En ocasiones viviéndola como le apetecía, en otras – seguramente las más – sobreviviendo a las dificultades que el destino iba sembrando a su paso, revelándose ante las injusticias y levantándose una y otra vez, empecinadamente, ante quienes pretendían doblegarla y humillarla. También en calidad de escritora amateur que, ya casi al final de su vida, consiguió ver otro de sus sueños realizados, ver su nombre en el escaparate de una librería.

Dicen que toda persona habrá conseguido realizarse plenamente cuando haya conseguido tres cosas en la vida: Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Manuela, a pesar de los escollos de la vida, consiguió cumplir con creces con estas tres premisas y, en su último libro “15 historias en carne viva”, nos fue desnudando parte de su alma, entretejiendo experiencias propias con el afán de su fantasía, en un proceso que, como ella siempre dijo, la fue salvando de los momentos más duros de su vida, iluminándola con un rayo de esperanza.

Manuela leyendo un relato ganador en un Concurso en el que fue premiada en los últimos años de su vida

Podría escribir páginas y páginas sobre ella. ¡Hay tanto que contar! Pero sería un abuso por mi parte. Aunque si hay alguien que quiera conocerla un poco más, puede acudir a mi blog, donde tiene una sección dedicada, que pretende ser un homenaje de algunas de sus amigas, de todas esas en quienes dejó – para siempre – una huella indeleble.

Manuela Rejas García, nació en 1924 en Moralzarzal, un pequeño pueblecito de la provincia de Madrid. A partir de ese momento, queriéndolo o no, se convirtió en una ciudadana del mundo, como muchas veces se autodefinió a sí misma, que concluyó su viaje por la vida un 6 de marzo de 2010, como si hubiese calculado la fecha para que sus cenizas emprendieran el camino definitivo hacia el mar, su último destino, a través de las amadas aguas de su río Órbigo, un 8 de marzo, justo el Día de la Mujer (trabajadora), lo que ella siempre fue por encima de las zancadillas que los “hombres” y la vida le pusieron en su camino, mientras alguien muy próximo desgranaba para ella las palabras de un epitafio que personalmente había escrito hacía ya mucho tiempo y que guardaba con celo entre sus posesiones más preciadas.

Ésta es, en apenas unas líneas, la semblanza de una mujer que fue para mí muy importante y que he querido compartir con todas vosotras. Un ejemplo más de una vida sencilla pero llena de tesón, de ganas de superación, de energía y de capacidad de lucha, que no se dejó vencer por las dificultades de la vida, a pesar de que en muchos momentos la carga fue excesivamente pesada.

Mercedes Glez. Rojo. León es Agente de Igualdad del Ayuntamiento de Astorga y colabora con numerosas asociaciones de mujeres.

jueves, 10 de febrero de 2011

Mis amigas. Por Patricia Puerto



Mis preciosas y apreciadas amigas.


Las mujeres imprescindibles de mi vida son mis mejores amigas. Con las que siempre he soñado, con las que siempre he sido yo misma, con las que siempre rio y lloro, con las que me enfado y vuelvo a reconciliarme. Ellas, todas mujeres, son mis mujeres imprescindibles.
Ellas, luchadoras incansables por sobrevivir en un mundo de tiburones masculinos, ellas que aunque no lo sepan son ciudadanas increíblemente activas, fuertes y bellas.
Ellas, que intentan estar ahí para mí y para las demás.
Con las que organizo viajes, con las que organizo fiestas, con las que comparto el dolor de una pérdida, ellas y yo somos así, incombustibles aventureras, imparables compañeras.
Chicas, os adoro y os quiero.
Siempre vuestra,
Patricia.
Patricia Puerto es Psicóloga, Agente de Igualdad de Oportunidades y Especialista en Violencia Contra las Mujeres, es además, socia del Lyceum.

martes, 8 de febrero de 2011

Mi madre. Por Claudia Tarozzi


Quizá no se deba mirar siempre hacia dentro, hacia la familia, pero, si el ejemplo de mujer del que estamos más orgullosos es el de la madre de uno, entonces no podemos hacer otra cosa.

Mi madre fue una extranjera más, casada con un hombre de otra nacionalidad, en un país europeo de posguerra. Venía de familia acomodada -la alta burguesía de los países del Este-, era licenciada en filosofía y letras, hablaba varios idiomas y, por eso, pudo ejercer de profesora durante un tiempo, cuando todos los países estaban en plena reconstrucción. Supongo que vivir en otro país le supuso años de adaptación, pero nunca dio señales de arrepentirse de haber seguido a su gran amor. Se dedicó de pleno a la familia, tuvo 6 hijos a los que inculcó ante nada la curiosidad por aprender y la defensa de la libertad de expresión.

La vi siempre elegante y vestida de punta en blanco cada día, aunque no tuviese que salir; como único maquillaje se ponía un poco de polvos y un poco de pintalabios, y se rizaba las pestañas con las uñas: era guapísima, lo digo objetivamente. 

Cuando, siendo ya mayores todos, logramos que nos contara algo de su experiencia de la guerra, nunca pudo llegar más allá de pocos recuerdos cada vez, los sollozos la ahogaban. Perdió a su hermano pequeño –solo 17 años- y a su hermana mayor el mismo día: la última se estaba acercando a Comandancia para recibir la noticia de la muerte del primero, cuando le cayó una bomba encima. Cuando decidió fugarse al país de su novio, pasaron tres meses en los montes y vieron convoyes de deportados a campos de concentración.

Casi siempre se derrumbaba en sus relatos al acordarse haber visto gente deportada pastando por los campos; o el terror que produce que un avión vuele tan bajo, mientras te está ametrallando, que ves la cara del piloto. Ellos también fueron capturados una vez y ella contaba que casi los habían salvado de muerte segura, porque el sitio donde estaban fue arrasado. Salieron del campo gracias a sus idiomas y a alguna joya bien custodiada que todavía se podía intercambiar por comida o por ayuda en la fuga.  

Contaba papá que, aunque mamá no lo quisiera reconocer, sólo gracias a ella se salvaron los dos y cinco más, cuando, al ir a por la lancha que habían apalabrado, se encontraron con un grupo muy hostil con el que ella negoció porque hablaba su idioma y se hizo respetar como “señorita” que era.

Jamás mamá alardeó de nada, jamás se quejó de nada. Nos enseñó francés desde pequeños, pero no su idioma, quizá como catarsis para de alguna manera olvidar; no nos educó en ninguna religión, sólo quiso enseñarnos a ser libres y a usar nuestra inteligencia y nuestros recursos personales. ¡Pero guardaba todas las fiestas! 

Por no haberla visto decaer jamás –aguantó dos años más allá del pronóstico médico con una metástasis al hígado-, por no haber salido nunca una sola queja o critica de su boca y sí besos, sonrisas y palabras de ánimo, aunque la historia de mi madre no sea especial, lo será siempre para mí. Añoro su beso de buenas noches.

Claudia Tarozzi Širola es profesora de inglés y de italiano. Además es socia del Lyceum Club María Zambrano.

El retrato de una dama. Por Pedro Postigo



Este libro, El retrato de una dama, fue y es uno de los libros que más y mejor recuerdos me traen de mi paso por la facultad. Precisamente ese año, 4º de carrera, el profesor de literatura americana enfocó su asignatura al estudio y análisis del papel de la mujer en la sociedad del XIX, su lucha y reivindicación en una sociedad dominada por el hombre y la incompatibilidad existente entre el libre pensamiento e independencia en la mente de una mujer con los cánones establecidos en la sociedad, influencia de la inglesa y europea, haciendo especial hincapié tanto en la mujer como escritora (Jane Austen o las hermanas Brontë, inglesas todas ellas y anteriores en el tiempo) sin cabida en el mundo intelectual como en la mujer como ente propio en igualdad de condiciones que el hombre. En definitiva, la lucha de unas mujeres contra su propio tiempo y en un entorno hostil. Al final, ese tiempo contra el que lucharon les ha dado la razón, algo que los hombres agradecemos y agradeceremos siempre.

Pedro Postigo es empresario
http://www.ceyde.com/

Mi madre y mi abuela. Por Juan Carlos Gargiulo

En la primavera de 2007 hicimos un pequeño viaje a la aldea donde nació mi madre, y de la cual emigró en 1930 hacia Buenos Aires.
Es un homenaje a mis ancestros y especialmente a mi madre y a mi abuela.
Tendría mucho que contar de todo lo que he aprendido de ellas, pero prefiero dejarles este vídeo.



Juan Carlos Gargiulo es arquitecto y fotógrafo.
http://www.jcgargiuloarquitecto.blogspot.com
http://www.lluviacaballo.com
http://www.fotosemanal.blogspot.com

lunes, 7 de febrero de 2011

Mi abuela, mi madre y mi tía. Por Ana San Romualdo

Fotografías cedidas por Ana San Romualdo.

Siempre me ha molestado mucho esa expresión de que una persona es o se comporta como una verdulera, aunque la verdad es que hasta yo misma me he sorprendido en algún momento utilizándola, para después arrepentirme de inmediato. Procuro usar expresiones alternativas (al hilo de la actualidad, qué mejor que eres una belenesteban), porque mi abuela era verdulera, y nada más alejado que ella de esa imagen de mujer vulgar y gritona que se asocia al término.

Mi abuela Eugenia, Uge para todos, tenía un puesto de fruta y verdura en el mercado de San José, entonces un lugar frío y lleno de corrientes de aire, muy alejado del moderno centro cultural que es hoy y que ella nunca llegó a conocer. Cogió el puesto en años muy difíciles de la posguerra, tiempos en los que no sobraba de nada; tiempos que, me temo, hacen palidecer a los que actualmente padecemos, nada sencillos tampoco.

Al principio, había días en los que no vendía casi nada. En los que la mercancía, muy frágil, se estropeaba en las cajas o en las banastas y llegaba a casa como se había ido, solo con el frío segoviano en el cuerpo. Aún guardo, vencida como siempre por el simbolismo de los objetos, una vieja chaqueta de lana suya. Recuerdo, o quizás quiero recordar, que las usaba cuando estaba en el mercado.

El caso es que Uge, que era dura y tierna a la vez, nunca perdió la fe en que aquella aventura en que se había embarcado serviría para mejorar la vida de su familia. Siempre había un ya venderemos mañana. Con modestia, el negocio fue poco a poco yendo mejor, y sirvió para completar los ingresos familiares. Sin pretensiones; ésta no es la historia de una frutera que acabó teniendo una gran empresa, sino la de una frutera que fue frutera. Creo que ella nunca necesitó más y desde luego, yo tampoco.

Por la frutería pasaron, brevemente, mi tía Raquel y, un poco más prolongadamente en el tiempo, mi madre, Ana. No sé si es genética, o cuestión de ambiente, pero yo misma me recuerdo, antes que escribiendo, haciendo cuentas y cobrando a las señoras en el puesto, cuando apenas levantaba un metro del suelo.

La vida llevó a mi madre y mi tía por otros derroteros y no creo que pensasen en seguir los pasos de su madre y establecer su propio negocio. Pero el caso es que, aunque no lo pensasen, terminó sucediendo. Cuando ya pasaban de los 50, cuando quien más y quien menos siente que ya tiene la vida encarriladada y que lo propio es empezar a pensar en la jubilación y los nietos, ellas echaron mano del espíritu de su madre, el mismo espíritu que veo en ellas cada día, se pusieron la crisis y los “éstas dos están locas” por montera y abrieron una zapatería.



Han pasado casi dos años y La Zapatería del Mercado, en el Mercado de La Albuera, (gracias a EL ADELANTADO por esta pequeña cuña gratuita) sigue abierta, para sorpresa de los que no las daban ni un año, en un momento con una de las peores caídas del consumo de los últimos treinta años. Como la frutería de mi abuela, no creo que la zapatería llegue nunca a multinacional, pero en tiempos en que abrir cada mañana es un triunfo incluso para los que llevan generaciones en el negocio, para unas recién llegadas levantar el cierre cada día es casi un milagro.

Mi madre y mi tía sabían de frutas y verduras y en estos meses han aprendido de zapatos y de bolsos, de poner escaparates y hasta de cómo usar el ordenador o el datáfono. Cuando las veo, siempre contentas con su decisión de abrir el negocio, incluso en los días en los que las ventas flojean, pienso que mi abuela, la verdulera del mercado de San José, estaría muy orgullosa de sus hijas. Yo lo estoy. De las tres.

Artículo publicado en El Adelantado de Segovia.

Ana San Romualdo es redactora de El Adelantado de Segovia.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Isabel y Mónica Sánchez por Laura Álvarez

Laura Álvarez, vicepresidenta del Lyceum Club María Zambrano, nos habla de dos mujeres que le han aportado muchas cosas a nivel personal y profesional: Isabel y Mónica Sánchez. Las tres coincidieron durante un tiempo en la Fundación RAIS de Madrid.